Junto con algunas de nuestras cuevas más conocidas, es uno de los monumentos más maltratados de nuestro tiempo.
El hecho de ser una pequeña laja a ras de suelo, de un tipo de arenisca muy poco cementada y en una zona muy transitada por animales de todo tipo, incluido los calzados con herraduras, hace que sus últimos grabados estén a punto de desaparecer.
En las fotos que ves arriba, dejando a un lado los escalones tallados y las tres especie de cazoletas alineadas, son pocos ya los signos que se pueden reconocer, como puedes comprobar tú mismo si comparas las fotos con el dibujo que realizó en 1914 Juan Cabré.
Y lo peor es que una actuación sencilla como puede ser una malla periférica y un techo ligero de protección contra la erosión de la lluvia, la puede preservar de una muerte inminente. Lástima de la dejadez de los responsables institucionales.